6 nov 2020

Tiro al dardo. Adivinanzas y trabalenguas

(Juego realizado por Marcela Fosatti)

Jugando con decimales

A jugar con el Universo

(Juego realizado por Sara Trillo)

Cuentos clásicos ... ¡A jugar!

(Juego realizado por Karina Tofani)

20 oct 2020

Semana de la Lectura




Para Bibliotecarios y docentes 


Actividad para los alumnos

Los invitamos a que elijan un libro para leer en esta “Semana de la
lectura”, completen a continuación la guía del Lector y envien a sus respectivos docentes para después compartirla en este Blog.




14 sept 2020

13 de Septiembre - Día del Bibliotecario


 

¡Feliz Día Maestros|



¡Gracias Luis María Pescetti, Liliana Cinetto, Cecilia Pisos, Adela Basch, Ricardo Mariño|

¡Gracias Loqueleo|






18 ago 2020

¿Qué sé de inglés?

 

https://view.genial.ly/5f39dea3a1fdf60d92f0bffe/game-san-martin

Para realizar el juego cliqueá en la dirección electrónica

Trabajo realizado por Cintia Infante, profesora de Inglés



16 ago 2020

14 ago 2020

¡A jugar un rato!

Los alumnos de 5° grado están trabajando a partir de la lectura "La guerra de los yacarés" de Horacio Quiroga.

(Para acceder al juego cliquea en la dirección electrónica)

 https://view.genial.ly/5e9115a63cd3850deaa09657/game-la-guerra-de-los-yacares


11 ago 2020

En época de pandemia estemos aislados pero conectados

 

En Homenaje a un Grande : El General Don José de San Martín

 

El 17 de Agosto de 1850, a los 72 años de edad, en Boulogne-sur-Mer, Francia, fallece El General José de San Martín al lado de su hija, su yerno y sus nietos. 


Seamos Libres lo demás no importa

 Seamos Libres lo demás no importa. José de San Martín


Cliqueá en las siguientes direcciones electrónicas y obtendrás variada información sobre su vida






¡FELIZ DÍA DEL NIÑO!

 Los Bibliotecarios del Distrito Escolar 19 realizamos este video para todos los Niños en su día. Esperamos que les guste



10 ago 2020

Novela: El árbol de los ruidos y las nueces" de Silvia Schujer

Los alumnos de 3° grado, junto a su docente Lidia Lopez, están trabajando a partir de la lectura de la novela "El árbol de los ruidos y las nueces" de Silvia Schujer.

La alumna, Luna Santa Cruz Benitez, decidió realizar un audio, de un capítulo de la novela, para compartir su lectura con los demás compañeros. 

CLIQUE AQUI PARA ESCUCHAR EL AUDIO

¡Lo hiciste muy bien Luna! ¡Te felicitamos!


27 jun 2020

La Escuela 23 festeja el 9 de Julio

Para mirar los trabajos de los alumnos cliquea en la dirección electrónica

https://padlet.com/escuela23de5lorenzoanadon/patria

Mural realizado por Karina Toffani

26 jun 2020

En cuarentena seguimos trabajando

Producciones realizadas por los alumnos de nuestra escuela. Para verlos cliquea en la dirección electrónica

https://padlet.com/materialcuarentena/producciones

Trabajos sobre ESI

https://padlet.com/escuela23de5lorenzoanadon/esi23

Murales realizados por Karina Toffani

10 jun 2020

Islas Malvinas, son y serán siempre Argentinas




                                                                                                                   LEER MAS

26 may 2020

Actividades de biblioteca del 15 de marzo al 15 de mayo


- Recolección de dirección de mails y números de celulares de todos los docentes de la escuela para estar en contacto
- Realización de grupo de whatsapp y grupo de mail en google entre los maestros de grado, curriculares, directivos.
- Búsqueda de Instituciones educativas, bibliotecas, museos, etc. atractivas para los alumnos y colocar en el blog de la escuela de manera de gadyet para que puedan navegar por estas páginas web.
- Realizar servicio de referencia a través de whatsapp o mail para dar respuesta a los pedidos de los docentes.
-Búsqueda del material solicitado
- Realizar búsqueda de material de acuerdo a las planificaciones de los docentes anticipando a los contenidos a trabajar, hacer difusión selectiva de la información (material literario, efemérides, material de investigación, etc)
- Coordinación y pautas de trabajos por whatsapp por trabajo colaborativo.
Filmar según pautas de trabajo coordinadas con mis colegas y enviar para su edición. Se realizaron tres trabajos colaborativos: El cuento “Selma”, para el Día del libro, para el Día del Trabajador
- Subir los trabajos al blog de la biblioteca
- Trabajo en el blog de la biblioteca, cambio de diseño, color de fondo, letra, etc. para hacerlo más atractivo y moderno.
- Buscar Instituciones educativas, bibliotecas, museos, y colocar como gadyet en el blog dela biblioteca para su exploración.
- Buscar literatura infantil para diferentes edades, juegos, canciones, videos para la recreación de los chicos y subirlas al blog de biblioteca.
- Buscar material solicitado por los docentes y subirlas al blog de la biblioteca para que este disponible para la realización de actividades (videos educativos, literatura específica, páginas para la investigación)
- Buscar y subir material al blog de biblioteca para dar a conocer e informar sobre las diferentes efemérides
- Participar de las diferentes videoconferencias de trabajo con mi Supervisor de Biblioteca.
- Participar de reuniones de personal a través de videoconferencias
- Participar de diferentes talleres de capacitación organizados por el Supervisor de Biblioteca del distrito 5to (Taller Virtual sobre desinformación en Internet, Taller pensar el derecho de autor en tiempos de virtualidad)
- Participar de la videoconferencia de la capacitación situada de matemática.
- Coordinar actividades de lectura compartida con mi compañera bibliotecaria del turno mañana y asesora de informática Karina Tofani, filmación de la lectura, edición del video, difusión del video a docente de grado que lo solicitó y alumnos.
- Realización de un Drive compartido con mis colegas bibliotecarios del distrito 5to con material sobre el 25 de Mayo y otro sobre Manuel Belgrano.
- Realización de servicio de referencia a mis colegas bibliotecarios.
- Realización de intercambio de material con colegas a través del whatsapp y mail)


Booktrailer sobre el libro de Silvia Schujer, El árbol de los ruidos y las nueces


Cliquea en la imagen para ver el booktrailer

22 may 2020

Museo Histórico Cornelio Saavedra

Semana de Mayo: ¿cómo se fue transformando la
Plaza de la Victoria en la Plaza de Mayo?

Recorrido por las acuarelas de la artista Léonie Matthis (1883-1952)



Hace click en la imagen para acceder a la información

18 may 2020

18 de Mayo - Día de la Escarapela


  No se conoce  cómo se eligieron sus colores ni con exactitud cuando se creó pero desde 1935 se designó el 18 de Mayo para homenajear a nuestra escarapela.

 Manuel Belgrano, el que impulsó su uso, el 13 de febrero de 1812 solicitó autorización al Triunvirato para que el ejército patriota utilizara la escarapela y así lograr diferenciarse de las tropas realistas. Sabemos, también, que Belgrano se inspiró en sus colores para crear la Bandera Nacional Argentina.


Poesía: Día de la Escarapela

Celeste y blanca
como mi bandera
esos son los colores
de mi escarapela.

La uso en las fechas patrias
que celebra mi Nación,
y la llevo en el pecho
cerquita del corazón.

A veces son cintas
a veces redondas
tienen distintas formas
cualquiera puedo usar
mostrándola con orgullo
sobre mi delantal.

                              Consuelo P. F.

17 may 2020

"No te rindas" de Mario Benedetti

No te rindas

No te rindas, aun estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estas sola,
porque yo te quiero.

En 1920 nació en Uruguay, Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugiaa, más conocido como Mario Benedetti, periodista y escritor perteneciente a la “Generación del 45”. 

11 may 2020

Video Educativo realizado por la docente Julieta Melian



Cliquea en la imagen para empezar a jugar


"La niña que iluminó la noche" de Ray Bradbury



El Equipo de Docentes del Programa Teatro Escolar, continúa presente acercando y compartiendo con los/as alumnos/as de nuestras queridas escuelas, el maravilloso universo que aportan los cuentos a la imaginación. En nuestra tercera entrega les ofrecemos "La niña que iluminó la noche" de Ray Bradbury


Himno nacional argentino - Introducción en guitarra por Nestor Julián Martinez

MÚSICA, TÍTERES... ¡ACCIÓN! Episodio 1 .


Episodio N° 1 del espectáculo "MÚSICA, TÍTERES... ¡ACCIÓN!, creado por el actor - titiritero Enrique Naidich. Esta maravillosa obra forma parte de los espectáculos volantes que ofrece de manera gratuita el Programa Teatro Escolar, a través de reconocidos artistas en las escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires.

23 abr 2020

13 abr 2020

El almohadón de plumas de Horacio Quiroga


Hacé click en la imagen para leer el cuento

Cuentos para no dormirse

Las leyendas, los cuentos populares, las historias que pasaron de generación en generación son contadas por una abuela a su nieto, mientras pasan una noche en vela refugiándose de una tormenta. La noche pasa y las aguas bajan, pero las historias siempre quedan. Cuentos para no dormirse relata las leyendas más atractivas y sorprendentes de América Latina, contadas por la narradora Ana Padovani y las imágenes de destacados ilustradores argentinos. Resalta el valor de la tradición oral.

Clique en el enlace para acceder a los cuentos


12 abr 2020

Abuelas y abuelos nos leen



https://drive.google.com/file/d/1AKE3CPtw68xs2ntFNOFL5ndMH1kmQ7Si/view?usp=sharing

Para poder leer los cuentos cliquea en al imagen

Toda tormenta termina en algún momento.
Esto que estamos viviendo también terminará, y nuestras vidas seguirán su camino, y esta pandemia quedará como una anécdota más.
Los docentes les pedimos que se cuiden, no salgan y pronto nos reencontraremos.
Los extrañamos mucho


11 abr 2020

"Cuando la tormenta pase"

Nacha Guevara recitando la poesía de Mario Benedeti "Cuando la tormenta pase"


9 abr 2020

¿Qué es el Dengue?

https://www.hospitalaleman.org.ar/prevencion/dengue-lo-saber/
 
Para informarte cliquea en la imagen

Coronavirus ¡A jugar!



https://view.genial.ly/5e8f1c3360747c0e19f5cad7/game-karina

Hace click en la imagen para acceder al juego

Juego realizado por Karina Tofani Profesora de Informática de la escuela 23 DE 5

Canciones para mirar de María Elena Walsh

https://www.cancioneros.com/nd/1885/0/canciones-para-mirar-maria-elena-walsh

Hacé click en la imagen para acceder a las canciones

6 abr 2020

Caperucita Roja de los Hnos Grimm ilustrado por Diego Moscato





http://servicios.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/programa_para_el_acompaniamiento_y_la_mejora_escolar/materiales_de_trabajo/doc/libro_caperucita.pdf

Caperucita Roja





La guerra de los yacarés de Horacio Quiroga

En un río muy grande, en un país desierto donde nunca había estado el hombre, vivían muchos yacarés. Eran más de cien o más de mil. Comían peces, bichos que iban a tomar agua al río, pero sobre todo peces. Dormían la siesta en la arena de la orilla, y a veces jugaban sobre el agua cuando había noches de luna.
Todos vivían muy tranquilos y contentos. Pero una tarde, mientras dormían la siesta, un yacaré se despertó de golpe y levantó la cabeza porque creía haber sentido ruido. Prestó oídos, y lejos, muy lejos, oyó efectivamente un ruido sordo y profundo. Entonces llamó al yacaré que dormía a su lado.
—¡Despiértate! —le dijo—. Hay peligro.
—¿Qué cosa? —respondió el otro, alarmado.
—No sé —contestó el yacaré que se había despertado primero—. Siento un ruido desconocido.
El segundo yacaré oyó el ruido a su vez, y en un momento despertaron a los otros. Todos se asustaron y corrían de un lado para otro con la cola levantada.
Y no era para menos su inquietud, porque el ruido crecía, crecía. Pronto vieron como una nubecita de humo a lo lejos, y oyeron un ruido de chas-chas en el río como si golpearan el agua muy lejos.
Los yacarés se miraban unos a otros: ¿qué podía ser aquello?
Pero un yacaré viejo y sabio, el más sabio y viejo de todos, un viejo yacaré a quién no quedaban sino dos dientes sanos en los costados de la boca, y que había hecho una vez un viaje hasta el mar, dijo de repente:
—¡Yo sé lo que es! ¡Es una ballena! ¡Son grandes y echan agua blanca por la nariz! El agua cae para atrás.
Al oír esto, los yacarés chiquitos comenzaron a gritar como locos de miedo, zambullendo la cabeza. Y gritaban:
—¡Es una ballena! ¡Ahí viene la ballena!
Pero el viejo yacaré sacudió de la cola al yacarecito que tenía más cerca.
—¡No tengan miedo! —les gritó— ¡Yo sé lo que es la ballena! ¡Ella tiene miedo de nosotros! ¡Siempre tiene miedo!
Con lo cual los yacarés chicos se tranquilizaron. Pero en seguida volvieron a asustarse, porque el humo gris se cambió de repente en humo negro, y todos sintieron bien fuerte ahora el chas-chas-chas en el agua. Los yacarés, espantados, se hundieron en el río, dejando solamente fuera los ojos y la punta de la nariz. Y así vieron pasar delante de ellos aquella cosa inmensa, llena de humo y golpeando el agua, que era un vapor de ruedas que navegaba por primera vez por aquel río.
El vapor pasó, se alejó y desapareció. Los yacarés entonces fueron saliendo del agua, muy enojados con el viejo yacaré, porque los había engañado, diciéndoles que eso era una ballena.
—¡Eso no es una ballena! —le gritaron en las orejas, porqué era un poco sordo—. ¿Qué es eso que pasó?
El viejo yacaré les explicó entonces que era un vapor, lleno de fuego, y que los yacarés se iban a morir todos si el buque seguía pasando. Pero los yacarés se echaron a reír, porque creyeron que el viejo se había vuelto loco ¿Por qué se iban a morir ellos si el vapor seguía pasando? ¡Estaba bien loco el pobre yacaré viejo!
Y como tenían hambre, se pusieron a buscar peces.
Pero no había ni un pez. No encontraron un solo pez. Todos se habían ido, asustados por el ruido del vapor. No había más peces.
—¿No les decía yo? —dijo entonces el viejo yacaré— Ya no tenemos nada que comer. Todos los peces se han ido. Esperemos hasta mañana. Puede ser que el vapor no vuelva más, y los peces volverán cuando no tengan más miedo.
Pero al día siguiente sintieron de nuevo el ruido en el agua, y vieron pasar de nuevo al vapor, haciendo mucho ruido y largando tanto humo que oscurecía el cielo.
—Bueno —dijeron entonces los yacarés—; el buque pasó ayer, pasó hoy, y pasará mañana. Ya no habrá más peces ni bichos que vengan a tomar agua, y nos moriremos de hambre. Hagamos entonces un dique.
—¡Si, un dique! ¡Un dique gritaron todos, nadando a toda fuerza hacia la orilla—. ¡Hagamos un dique!
En seguida se pusieron a hacer el dique. Fueron todos al bosque y echaron abajo más de diez mil árboles, sobre todo lapachos y quebrachos, porqué tienen la madera muy dura... Los cortaron con la especie de serrucho que los yacarés tienen encima de la cola; los empujaron hasta el agua, y los clavaron a todo lo ancho del río, a un metro uno del otro. Ningún buque podía pasar por allí, ni grande ni chico. Estaban seguros de que nadie vendría a espantar los peces. Y como estaban muy cansados, se acostaron a dormir en la playa.
Al otro día dormían todavía cuando oyeron el chas-chas-chas del vapor. Todos oyeron, pero ninguno se levantó ni abrió los ojos siquiera. ¿qué les importaba el buque? Podía hacer todo el ruido que quisiera, por allí no iba a pasar.
En efecto: el vapor estaba muy lejos todavía cuando se detuvo. Los hombres que iban adentro miraron con anteojos aquella cosa atravesada en el río y mandaron un bote a ver qué era aquello que les impedía pasar. Entonces los yacarés se levantaron y fueron al dique, y miraron por entre los palos, riéndose del chasco que se había llevado el vapor.
El bote se acercó, vio el formidable dique que habían levantado los yacarés y se volvió al vapor. Pero después volvió otra vez al dique, y los hombres del bote gritaron:
—¡Eh, yacarés!
—¡Qué hay! —respondieron los yacarés, sacando la cabeza por entre los troncos del dique.
—¡Nos está estorbando eso! —continuaron los hombres.
—¡Ya lo sabemos!
—¡No podemos pasar!
—¡Es lo que queremos!
—¡Saquen el dique!
—¡No lo sacamos!
Los hombres del bote hablaron un rato en voz baja entre ellos y gritaron después:
—¡Yacarés!
—¿Qué hay? —contestaron ellos.
—¿No lo sacan?
—¡No!
—¡Hasta mañana, entonces!
—¡Hasta cuando quieran!
Y el bote volvió al vapor, mientras los yacarés, locos de contentos, daban tremendos colazos en el agua. Ningún vapor iba a pasar por allí y siempre, siempre, habría peces.
Pero al día siguiente volvió el vapor, y cuando los yacarés miraron el buque, quedaron mudos de asombro: ya no era el mismo buque. Era otro, un buque de color ratón, mucho más grande que el otro. ¿Qué nuevo vapor era ése? ¿Ése también quería pasar? No iba a pasar, no. ¡Ni ése, ni otro, ni ningún otro!
—¡No, no va a pasar! —gritaron los yacarés, lanzándose al dique, cada cual a su puesto entre los troncos.
El nuevo buque, como el otro, se detuvo lejos, y también como el otro bajó un bote que se acercó al dique.
Dentro venían un oficial y ocho marineros. El oficial gritó:
—¡Eh, yacarés!
—¡Qué hay! —respondieron éstos.
—¿No sacan el dique?
—No.
—¿No?
—¡No!
—Está bien —dijo el oficial—. Entonces lo vamos a echar a pique a cañonazos.
—¡Echen! —contestaron los yacarés.
Y el bote regresó al buque.
Ahora bien, ese buque de color ratón era un buque de guerra, un acorazado con terribles cañones. El viejo yacaré sabio que había ido una vez hasta el mar se acordó de repente, y apenas tuvo tiempo de gritar a los otros yacarés:
—¡Escóndanse bajo el agua! ¡Ligero! ¡Es un buque de guerra! ¡Cuidado! ¡Escóndanse!
Los yacarés desaparecieron en un instante bajo el agua y nadaron hacia la orilla, donde quedaron hundidos, con la nariz y los ojos únicamente fuera del agua. En ese mismo momento, del buque salió una gran nube blanca de humo, sonó un terrible estampido y una enorme bala de cañón cayó en pleno dique, justo en el medio. Dos o tres troncos volaron hechos pedazos, y en seguida cayó otra bala, y otra y otra más, y cada una hacía saltar por el aire en astillas un pedazo de dique, hasta que no quedó nada del dique. Ni un tronco, ni una astilla, ni una cáscara.
Todo había sido deshecho a cañonazos por el acorazado. Y los yacarés, hundidos en el agua, con los ojos y la nariz solamente afuera, vieron pasar el buque de guerra, silbando a toda fuerza.
Entonces los yacarés salieron del agua y dijeron:
—Hagamos otro dique mucho más grande que el otro.
Y en esa misma tarde y esa noche misma hicieron otro dique, con troncos inmensos. Después se acostaron a dormir, cansadísimos, y estaban durmiendo todavía al día siguiente cuando el buque de guerra llegó otra vez, y .el bote se acercó al dique.
—¡Eh, yacarés! —gritó el oficial.
—¡Qué hay! —respondieron los yacarés.
—¡Saquen ese otro dique!
—¡No lo sacamos!
—¡Lo vamos a deshacer a cañonazos como al otro!...
—¡Deshagan... si pueden!
Y hablaban así con orgullo porque estaban seguros de que su nuevo dique no podría ser deshecho ni por todos los cañones del mundo.
Pero un rato después el buque volvió a llenarse de humo, y con un horrible estampido la bala reventó en el medio del dique, porque esta vez habían tirado con granada. La granada reventó contra los troncos, hizo saltar, despedazó, redujo a astillas las enormes vigas. La segunda reventó al lado de la primera y otro pedazo de dique voló por el aire. Y así fueron deshaciendo el dique. Y no quedó nada del dique; nada, nada. El buque de guerra pasó entonces delante de los yacarés, y los hombres les hacían burlas tapándose la boca.
—Bueno —dijeron entonces los yacarés, saliendo del agua—. Vamos a morir todos, porque el buque va a pasar siempre y los peces no volverán.
Y estaban tristes, porque los yacarés chiquitos se quejaban de hambre.
El viejo yacaré dijo entonces:
—Todavía tenemos una esperanza de salvarnos. Vamos a ver al Surubí. Yo hice el viaje con él cuando fui hasta el mar, y tiene un torpedo. El vio un combate entre dos buques de guerra, y trajo hasta aquí un torpedo que no reventó. Vamos a pedírselo, y aunque está muy enojado con nosotros los yacarés, tiene buen corazón y no querrá que muramos todos.
El hecho es que antes, muchos años antes, los yacarés se habían comido a un sobrinito del Surubí, y éste no había querido tener más relaciones con los yacarés. Pero a pesar de todo fueron corriendo a ver al Surubí, que vivía en una gruta grandísima en la orilla del río Paraná, y que dormía siempre al lado de su torpedo. Hay Surubíes que tienen hasta dos metros de largo y el dueño del torpedo era uno de ésos.
—¡Eh, Surubí! —gritaron todos los yacarés desde la entrada de la gruta, sin atreverse a entrar por aquel asunto del sobrinito.
—¿Quién me llama? —contestó el Surubí.
—¡Somos nosotros, los yacarés!
—No tengo ni quiero tener relación con ustedes —respondió el Surubí, de mal humor.
Entonces el viejo yacaré se adelantó un poco en la gruta y dijo:
—¡Soy yo, Surubí! ¡Soy tu amigo el yacaré que hizo contigo el viaje hasta el mar!
Al oír esa voz conocida, el Surubí salió de la gruta.
—¡Ah, no te había conocido! —le dijo cariñosamente a su viejo amigo—. ¿Qué quieres?
—Venimos a pedirte el torpedo. Hay un buque de guerra que pasa por nuestro río y espanta a los peces. Es un buque de guerra, un acorazado. Hicimos un dique, y lo echó a pique. Hicimos otro, y lo echó también a pique. Los peces se han ido, y nos moriremos de hambre. Danos el torpedo, y lo echaremos a pique a él.
El Surubí, al oír esto, pensó un largo rato, y después dijo:
—Está bien; les prestaré el torpedo, aunque me acuerdo siempre de lo que hicieron con el hijo de mi hermano. ¿Quién sabe hacer reventar el torpedo?
Ninguno sabía, y todos callaron.
—Está bien —dijo el Surubí, con orgullo—, yo lo haré reventar. Yo sé hacer eso.
Organizaron entonces el viaje. Los yacarés se ataron todos unos con otros; de la cola de uno al cuello del otro; de la cola de éste al cuello de aquél, formando así una larga cadena de yacarés que tenía más de una cuadra. El inmenso Surubí empujó el torpedo hacia la corriente y se colocó bajo él, sosteniéndolo sobre el lomo para que flotara. Y como las lianas con que estaban atados los yacarés uno detrás del otro se habían concluido, el Suburí se prendió con los dientes de la cola del último yacaré, y así emprendieron la marcha. El Surubí sostenía el torpedo, y los yacarés tiraban, corriendo por la costa. Subían, bajaban, saltaban por sobre las piedras, corriendo siempre y arrastrando al torpedo, que levantaba olas como un buque por la velocidad de la corrida. Pero a la mañana siguiente, bien temprano, . llegaban al lugar donde habían construido su último dique, y comenzaron en seguida otro, pero mucho más fuerte que los anteriores, porque por consejo del Surubí colocaron los troncos bien juntos, uno al lado del otro. Era un dique realmente formidable.
Hacía apenas una hora que acababan de colocar el último tronco del dique, cuando el buque de guerra apareció otra vez, y el bote con el oficial y ocho marineros se acercó de nuevo al dique. Los yacarés se treparon entonces por los troncos y asomaron la cabeza del otro lado.
—¡Eh, yacarés! —gritó el oficial.
—¡Qué hay! —respondieron los yacarés.
—¿Otra vez el dique?
—¡Sí, otra vez!
—¡Saquen ese dique!
—¡Nunca!
—¿No lo sacan?
—¡No!
—Bueno; entonces, oigan —dijo el oficial—. Vamos a deshacer este dique, y para que no quieran hacer otro los vamos a deshacer después a ustedes, a cañonazos. No va a quedar ni uno solo vivo, ni grandes, ni chicos, ni gordos, ni flacos, ni jóvenes, ni viejos, como ese viejísimo yacaré que veo allí, y que no tiene sino dos dientes en los costados de la boca.
El viejo y sabio yacaré, al ver que el oficial hablaba de él y se burlaba, le dijo:
—Es cierto que no me quedan sino pocos dientes, y algunos rotos. ¿Pero usted sabe qué van a comer mañana estos dientes? —añadió, abriendo su inmensa boca.
—¿Qué van a comer, a ver? —respondieron los marineros.
—A ese oficialito —dijo el yacaré y se bajó rápidamente de su tronco.
Entretanto, el Surubí había colocado su torpedo bien en medio del dique, ordenando a cuatro yacarés que lo agarraran con cuidado y lo hundieran en el agua hasta que él les avisara. Así lo hicieron. En seguida, los demás yacarés se hundieron a su vez cerca de la orilla, dejando únicamente la nariz y los ojos fuera del agua. El Surubí se hundió al lado de su torpedo.
De repente el buque de guerra se llenó de humo y lanzó el primer cañonazo contra el dique. La granada reventó justo en el centro del dique, hizo volar en mil pedazos diez o doce troncos.
Pero el Surubí estaba alerta y apenas quedó abierto el agujero en el dique, gritó a los yacarés que estaban bajo el agua sujetando el torpedo:
—¡Suelten el torpedo, ligero, suelten!
Los yacarés soltaron, y el torpedo vino a flor de agua.
En menos del tiempo que se necesita para contarlo, el Surubí colocó el torpedo bien en el centro del boquete abierto, apuntando con un solo ojo, y poniendo en movimiento el mecanismo del torpedo, lo lanzó contra el buque.
¡Ya era tiempo! En ese instante el acorazado lanzaba su segundo cañonazo y la granada iba a reventar entre los palos, haciendo saltar en astillas otro pedazo del dique.
Pero el torpedo llegaba ya al buque, y los hombres que estaban en él lo vieron: es decir, vieron el remolino que hace en el agua un torpedo. Dieron todos un gran grito de miedo y quisieron mover el acorazado para que el torpedo no lo tocara.
Pero era tarde; el torpedo llegó, chocó con el inmenso buque bien en el centro, y reventó.
No es posible darse cuenta del terrible ruido con que reventó el torpedo. Reventó, y partió el buque en quince mil pedazos; lanzó por el aire, a cuadras y cuadras de distancia, chimeneas, máquinas, cañones, lanchas, todo.
Los yacarés dieron un grito de triunfo y corrieron como locos al dique. Desde allí vieron pasar por el agujero abierto por la granada a los hombres muertos, heridos y algunos vivos que la corriente del río arrastraba.
Se treparon amontonados en los dos troncos que quedaban a ambos lados del boquete y cuando los hombres pasaban por allí, se burlaban tapándose la boca con las patas.
No quisieron comer a ningún hombre, aunque bien lo merecían. Sólo cuando pasó uno que tenía galones de oro en el traje y que estaba vivo, el viejo yacaré se lanzó de un salto al agua, y ¡tac! en dos golpes de boca se lo comió.
—¿Quién es ése? —preguntó un yacarecito ignorante.
—Es el oficial —le respondió el Surubí—. Mi viejo amigo le había prometido que lo iba a comer, y se lo ha comido.
Los yacarés sacaron el resto del dique, que para nada servía ya, puesto que ningún buque volvería a pasar por allí. El Surubí, que se había enamorado del cinturón y los cordones del oficial, pidió que se los regalaran, y tuvo que sacárselos de entre los dientes al viejo yacaré, pues habían quedado enredados allí. El Surubí se puso el cinturón, abrochándolo bajo las aletas y del extremo de sus grandes bigotes prendió los cordones de la espada. Como la piel del Surubí es muy bonita, y las manchas oscuras que tiene se parecen a las de una víbora, el Surubí nadó una hora pasando y repasando ante los yacarés que lo admiraban con la boca abierta.
Los yacarés lo acompañaron luego hasta su gruta y le dieron las gracias infinidad de veces. Volvieron después a su paraje. Los peces volvieron también, los yacarés vivieron y viven todavía muy felices, porque se han acostumbrado al fin a ver pasar vapores y buques que llevan naranjas.
Pero no quieren saber nada de buques de guerra.